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Made in America

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La Dama de Shanghai

La vida entera es un juego de sombras, de espejos deformados. La recorremos intentando perseguir algo a lo que llamar verdad, algo sólido, tierra firma desde la que poder erguirse, caminar y avanzar. Pero a medida que pasan los años, uno se da cuenta de la ilusión de tal meta ¡qué inocencia, qué candidez! Y más en los tiempos que corren, donde la sorpresa constante, el shock repentino de lo inesperado ha cruzado el umbral de nuestra casa demasiadas veces, hasta hacer de lo imposible algo mundano, cotidiano sin que se nos acelere el pulso, ¡¡pura magia!!…aunque el lobo, no lo descarten, puede que un día se deje ver.


La sensación de ser un mero peón en un teatro de sombras chino se recrudece a cada año que pasa. Ya les digo, no sé si es la edad, o la reiteración, o ambas, cosas, pero una costra de indiferencia cínica después de tanto sofista empieza a envolver mi visión, mi entendimiento, aceptando ya con obscena resignación mi sitio en la caverna, aunque algo dentro me aguijonea constantemente recordándome que mantenga los ojos abiertos ante tanto predicador y creyente…hay veces que uno piensa que los locos son todos los demás, pero ¿y si el loco soy yo?, y si es mejor rendirse, fundirse en una feliz y pacífica entrega, ¿no es eso el verdadero amor incondicional? como Winston Smith descubre al final.


En una sala llena de espejos deformantes, cuyas imágenes reverberan unas en otras, creando dimensiones desconocidas, capas infinitas, es imposible saber dónde está la realidad, quién miente, de quién te puedes fiar…por el momento podría ser suficiente saber qué te encuentras en un sitio así. Llegado el caso, como en la película de Welles, para capturar la esencia, el meollo, habrá que ir destruyendo espejo a espejo, para averiguar que se esconde detrás de todo ese artificio. Los cristales rotos en el suelo son las distintas y erróneas concepciones que se tenían, las medio verdades, las mentiras, las asunciones equivocadas e interesadas. También pueden simbolizar esa antigua concepción que se tenía del mundo en general, o de algo particular, esa realidad que, o bien nunca existió, sólo en nuestra cabeza, o bien ya no existe, reductos o despojos de un mundo desaparecido.

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¿Por un puñado de dólares?

A estas alturas del año, cuando la actividad de la NFL baja un poco tras la agencia libre y el draft, rítmicamente, no fallo a mi cita, vuelvo a pensar en college football. Desde el otro lado del océano es toda una experiencia descubrir cómo está montado, pero, sobre todo, es impactante darse cuenta de la dimensión que tiene: económica, cultural y social.


Aunque es innegable que, de un tiempo a esta parte, los cambios se producen a velocidades tan vertiginosas que hacen que sea obligado parar, respirar un poco, y ver cómo está el panorama, tomarle el pulso. De por sí, históricamente, el college siempre fue un pequeño caos controlado, durante décadas estabilizado; bello como un caballo salvaje, pero al que uno puede acercarse y acariciar. Ahora parece indomable, complejo, indescifrable. Nada es lo que parece, estudiantes, profesionales, salarios, plantillas, movimientos, traiciones, acuerdos…todos parecen jugar una partida de poker esperando que aparezca el Joker.


El año pasado escribí sobre lo que parece el ocaso del amateurismo o, dicho de otro modo, el alba del profesionalismo del deporte universitario americano. Ahora retomo el tema sirviéndome de varias historias particulares para ilustrar la senda por la que trascurre actualmente, consecuencias lógicas de lo ya comentado, y que nos ayuda a iluminar el sendero que está por delante.


Shedeur Sanders fue, durante mucho tiempo, candidato a una elección muy alta de este draft, luchando de tú a tú con Cam Ward. Una vez que se vio que iba a perder esa carrera, nadie dudaba que sería el segundo QB en salir, primera ronda alta si le salía bien la jugada, baja en todo caso. Pero en los días previos a la gran cita, algo empezó a oler mal en Dinamarca, señales extrañas llegaban en los medios sobre el destino final de Shedeur.


Recuerden, es hijo de ni más ni menos que Deion Sanders, Prime Time, su coach en el instituto y en la universidad, primero en Jackson State, y luego en Colorado. Coach Prime es todo un artista exprimiendo las reglas del NIL y del transfer portal, explotando todo su carisma y su estrategia directa ha sido capaz de construir dos programas muy competentes en un abrir y cerrar de ojos. Eso sí, la manera en que encararon este proceso de selección del draft, con cierta arrogancia, como despreciando el camino tradicional de un prospecto, no ayudó los más mínimo a las aspiraciones del QB.


Unas cuantas reds flags que muchos no quisieron ver, pero que precisamente los evaluadores y recruiters profesionales de la NFL sí detectaron, fueron tenidas muy en cuenta. Se hablaba de entrevistas muy mal resueltas, pero sobre todo defectos en su juego: retener mucho el balón, mal ritmo, brazo y capacidad atlética medios…aparte de potenciales riesgos por su carácter y circunstancias personales.


Casi nadie en los medios y en la calle imaginaban que se despeñaría hasta el tercer día y la quinta ronda. Fue la tragedia del momento. Quinto QB en salir, y segundo elegido por los Browns, hecho curioso cuando menos. Sorprendentemente, Cleveland, en tercera ronda, eligió antes al prospecto de Oregón Dillon Gabriel, en un movimiento que en los próximos meses veremos cómo resulta. Se puede decir que han conseguido quitar de un plumazo la presión sobre Shedeur, tendrá menos que en Colorado, al igual que menores serán sus ganancias, el mundo al revés. En fin, puede ser una estrategia que consiga tranquilizarlo y bajarle los humos, todo de una tacada.

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El número uno de este draft, Cam Ward, fue en su momento un recluta sin pedigrí en su paso a college desde high school. Un jugador que incluso meditó dejar el football y dedicarse a otros menesteres…pero que con la ayuda de su familia y una fuerza mental muy grande apostó finalmente por sí mismo.


Comenzó en una universidad de la FCS, la 2ª división de college por así decirlo, con un nombre curioso, University of the Incarnate Word, en Texas. Allí aprovechó su oportunidad demostrando que estaban equivocados con él. La nueva flexibilidad en el transfer portal le ayudó a labrarse un futuro, primero en Washington State y, sin dejar de crecer, acabar con un temporadón en Miami, que le abrió de par en par las puertas de la NFL.


Otro relato al que no se puede dejar de lado, radicalmente opuesto al anterior, es la de ese portento físico, esa estrella desde la cuna casi, que es Travis Hunter, recluta cinco estrellas por las que todos se pegaban. Two-way player, corner y receiver, un jugador salido de otra época, un auténtico unicornio, como lo fue también su entrenador, Prime Time.


Éste supo arrebatárselo a su propia alma mater, a la poderosa FSU, para llevárselo sorprendentemente a Jackson State, universidad históricamente negra, una HBCU, que forma parte de la FCS, primera vez que un hecho así sucedía. Posteriormente junto con Shedeur y muchos otros, ya digo, debido al transfer portal, acompañaron al Coach Prime a Colorado, donde cambiaron la senda perdedora del programa.

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Vamos con la cuarta narración. Justo antes del draft, el college se sumió de nuevo en la zozobra con el intento del ex QB de Tennessee, Nico Iamaleava, de forzar a su universidad a elevarle el NIL de 2 a 4 M de dólares al año, aspirando a ser uno de los jugadores mejor pagados. Para tal propósito llegó incluso a una especie de holdout, negándose a trabajar con el equipo hasta que se aceptarán sus condiciones. Escandalizó a casi todo el mundo.


La institución no se dejó chantajear y se mantuvo firme. No le dio lo que pedía argumentando que estaban por encima de cualquier atleta. El jugador entró en el transfer portal, en este caso, un poco como los profesionales en la free agency, para comprobar cuál era su verdadero valor. Mala idea, acabó en UCLA, pero eso sí, perdiendo al final bastante dinero, ya que se habla de un acuerdo de menos de 1 M anual.


Las dos siguientes son películas diferentes, relacionadas entre ellas, pero no les voy a mentir, son bastante más tristes. En el corto espacio de dos semanas dos jóvenes se han retirado por problemas físicos derivados de lesiones producidas en college.


Por un lado, tenemos al ex QB de FSU y Jets, Jordan Travis, que en 2023 protagonizó un auténtico cuento de hadas. En su año senior condujo a su universidad a una temporada de ensueño, invicta, pero, de la manera más cruel, acabó en pesadilla en el penúltimo el partido de la regular season, tras sufrir una severísima lesión que acabó, no sólo con su temporada, sino con las esperanzas de su universidad de llegar a los playoffs y, finalmente, con sus aspiraciones profesionales.


Sí, llegó a la NFL, una quinta ronda baja, pero con muchísimas dudas sobre su verdadero estado físico. Esta primavera la incertidumbre dejó paso a la certeza: Jordan Travis se retiraba unos días antes de cumplir 25 años. Ciertamente, gracias al NIL pudo reunir dinero en sus años universitarios que, en el pasado, no hubiera sido posible. El problema es que su lesión, al haber tenido lugar en college, no estaría ni de lejos tan bien cubierta como si hubiera sido ya profesional.

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Finalmente, estos días atrás, el ex QB de Utah, Cam Rising, tras siete años de dura y compleja carrera universitaria, sí, siete, han oído bien, tras un calvario de lesiones que le dejaron jugar sólo dos de esas temporadas como titular, y antes de llegar a profesional y de cumplir los 26, colgó las botas.


No comenzó con buen pie. Como Jordan Travis, sintió que no estaban en el lugar correcto, y tras un primer año como redshirt (recuerden un jugador tiene 5 años en los que puede jugar 4, y frecuentemente, ese año de suspensión de elegibilidad se suele usar siendo freshman) entró en un transfer portal en pañales, cambiando de universidad.


El segundo año, por culpa de las reglas vigentes entonces, se lo tuvo que pasar en el banquillo (Jordan Travis consiguió una exención) y perdiendo un año de los 4 de elegibilidad. Pero llegó la pandemia y la NCAA, de manera generalizada concedió a todos los atletas un año de gracia, hubiesen jugado o no en 2020, por lo que Cam recuperó, por así decirlo, esa temporada perdida.


Posteriormente, tras dos años buenos, sufrió el calvario de las lesiones. Sus dos últimas temporadas estuvo en el dique seco prácticamente todo el tiempo. Durante el primero, con un redshirt médico, no pisó el campo de juego, y tras el segundo, en el que sólo jugó 3 partidos, pudiendo pedir un waiver por razón médica en sexto año de elegibilidad, decidió tirar la toalla, ondear la bandera blanca. Tanto a Travis como a Rising les queda el consuelo de que, gracias al NIL, al menos, su paso por el football no les dejó con una mano delante y otra detrás.


Como decía, estas historias encarnan algunas de las consecuencias del cambio de paradigma en el college: salarios, traspasos, segundas oportunidades, flexibilización de la elegibilidad, intentos de holdout, ausencia de seguridad…pero todo bajo una clara improvisación y falta de orden legislativo. Todo lo que creíamos antaño ha volado por los aires y el viejo orden está a nuestros pies, hecho añicos por doquier.


Por delante varios movimientos pueden esclarecer el panorama. Por un lado, en breve puede resolverse el caso House vs NCAA con un acuerdo que establezca una especie de límite salarial, la compartición de beneficios de las instituciones con los atletas a razón de unos 20,5 M de dolares por escuela. Pero el NIL, el transfer portal, la unión de las universidades más fuertes, el destino de los programas más modestos, el estatus final de los estudiantes-atletas, el futuro de los deportes que no dan beneficio, etc, todo eso sigue sin una clara legislación, pendiente de distintas cortes y parlamentos estatales.


En los últimos días el propio presidente Trump ha mostrado interés en el tema. Ha mantenido reuniones con figuras destacadas como Nick Saban. Se especula con un intento de regularizar este vacío legal, o al menos, dirigir los esfuerzos para ello. Por ejemplo, no sería descabellado pensar en la creación de una comisión de la que surjan propuestas para una futura normalización. Pero dado que el tema es tan pasional y controvertido, con batallas legales en el horizonte, y los choques que ha tenido Trump con el poder judicial americano son tan constantes, su interés podría dar lugar a varias interpretaciones diferentes, y no todas, necesariamente benévolas.

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Gotham

Como les decía, un viejo mundo cabalga en busca del sol poniente. Su era ya ha pasado. Y antes de que se alcen nuevos imperios nos toca vivir esta época de descontrol y, en cierta forma, anarquía. Por ponerles en un escenario de sobra conocido, les diré que el college football podría estar encapsulado hoy en día en el Gotham de los personajes de DC Comics. No hay reglas, no hay control, y ya saben, a rio revuelto, ganancia de pescadores.


Los viejos héroes, con personalidades sobrias, estoicas, silenciosas, que actúan más que hablan, que pasan desapercibidas casi, que se basaban en rutinas claras, en el trabajo duro, en la seriedad, en el orden, figuras patriarcales incluso, como Nick Saban por ejemplo; esa figura, o su manera de comportarse vaya, en cierto sentido, está siendo revisada, revisionada, remozada. Ya no estamos en el Far West. Es más, las reglas y el mundo que vinieron después son las que están en ruinas hoy en día, ardiendo como la Roma de Nerón. Ahora imperan otros códigos, es tiempo para nuevos héroes.


Esas ruinas de ese mundo civilizado, y aquí es donde quería llegar, está hecho añicos, como los espejos en la famosa la escena de la Dama de Shanghai del excelso Orson Welles. Un mundo ha caído, y otro se alza, con tantas envolturas, reflejos y apariencias como los que los nombrados espejos forman, ¿acaso no todos usamos distintas capas, máscaras sociales en nuestro día a día? A mí mismamente me conocen ustedes por TBradGarner, no les digo más.


No solemos ser los mismos en casa, en la oficina o en el bar, en las vacaciones. Los políticos parecen cambiarse de careta a cada segundo, las redes sociales son como cebollas andantes. Capas y capas de filtros, de espejos, de medias verdades, o directamente mentiras. Tampoco se trata de esconder planes malignos y asesinos como el de Rita Hayworth en la película que les hablo, la gran mayoría es para poder vivir en sociedad, pero de un tiempo a esta parte, qué quieren que les diga, a esa sociedad, y sobre todo la digital, no la entiendo nada.


Y aquí es donde quiero presentarles a nuestro Caballero Oscuro, o a nuestro Joker, les dejo elegir. El payaso no parece ir desencaminado al sugerir que ambos pueden parecerse más de lo que todos pensamos. No buscan el mismo fin, obvio es, pero sí comparten medios, que pueden distorsionar ese objetivo hasta hacerlo irreconocible, cuando no hay límites.

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Realmente este personaje ha estado saliendo aquí y allá en el artículo, ha estado presente en todo momento en las sombras. Y no es su sitio, o sí, yo no me acabo de poner de acuerdo, dejen paso que llega, y siempre lo hace como un huracán, el inconfundible Prime Time. Deion Sanders, Prime Time, Coach Prime, el padre de Shedeur y el mentor de Travis Hunter, en fin, un hombre con más de dos caras.


No hace falta presentación, estrella universitaria en FSU, posteriormente leyenda absoluta y total de la NFL, epítome del héroe deportivo de los 90. Un atleta superdotado, excepcional, exuberante, agraciado por los hados divinos como Hércules, Teseo, Áyax, Aquiles… los héroes griegos no dejan de ser nuestras leyendas atléticas de hoy en día, o como los superhéroes de los comics.


Fue capaz de jugar al football y al baseball a la vez. Considerado por muchos el mejor cornerback de la historia. Ganó dos Super Bowls con 49ers y con los Cowboys, ejemplo de la rivalidad más grande de aquellos años. Héroe en Atlanta, llegó a coincidir en la misma temporada con los Falcons y los Braves, con los que llegó incluso a unas World Series, siendo el único en estar en las grandes finales de sendos deportes.


Su carácter, personalidad, celebraciones, su Deion Shuffle, no han caído en el olvido. Temido por los rivales, especialmente los QB, que evitaban lanzar a su lado. Un shutdown corner de manual, con manos de receptor, un imán para el ovoide, sus intercepciones acabadas en TD eran la norma. Retornaba, jugaba también en ataque, un jugador total.


El apodo nació muy al comienzo de todo, en high school, tras una exhibición jugando al baloncesto. Un compañero al salir del vestuario y verlo como un figurín, seguro y con aplomo tras acribillar al rival, le dijo algo así como: ¿sabes tío? eres Prime Time. Algo hizo click en su cabeza.


Estamos aún en los 80, el NIL está muy lejos, el cobrar por tu imagen y nombre está prácticamente en pañales, Air Jordan no existía. Y hete tu aquí, que este chico, cuya familia no era para nada pudiente, ve en su cabeza un mundo de posibilidades. Crea este personaje extrovertido y omnipotente, siempre feliz, descarado, desvergonzado, guasón como el Joker, para mantener la rectitud, el trabajo, el sacrificio debajo de la máscara negra del murciélago. Porque detrás de los flashes, las bandanas, los collares, carcajada, el lujo…estaba la técnica exquisita, el trabajo incansable, la obsesión, la locura, que una y otra vez comparten todos estos atletas en la élite. Joker y Batman a la vez.


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Vayamos adelante en el tiempo. Aparte de extravagancias varias, su vida no ha estado exenta de dramas. Intentó suicidarse en la cresta de la ola estrellando su coche, aunque resultó ileso y, según él, encontrando a Dios en una epifanía (es parte del disfraz, es real, ¿importa?) Ahora, sin ir más lejos, ha cruzado el Gólgota con una serie de problemas en su pie, sufriendo un sinfín de intervenciones, perdiendo varios dedos, y casi la pierna desde la rodilla, aprendiendo a andar de nuevo…y todo compartido públicamente en su serie Coach Prime Ya ha cambiado de alter ego, ya es head coach en college, y la serie sigue su ascenso en los banquillos y, a la par, las carreras de su hijo Shedeur y Travis Hunter.


Exitoso con Jackson State, ganó dos veces su conferencia, de donde fue fichado por la Universidad de Colorado, en claro declive, donde ha mejorado enormemente el programa en unos pocos años. Ha conseguido grandes victorias, también derrotas, aún no ha ganado nada, pero ha cambiado la cultura completamente. No exento de controversias también, al alejarse del canon tradicional, como por ejemplo con el retiro de los números de su hijo, junto con el de Hunter.


Para ello ha echado mano de todas las oportunidades del actual college. Con todos sus recursos gracias a ser quién es, ha convencido a jugadores estelares de unirse a él en lugar de a programas históricos. Su uso del NIL, sus fichajes masivos en el transfer portal son capaces de cambiar una plantilla en tiempo récord. Sus contactos, su visibilidad, su capacidad financiera, por un lado, pero también su carisma, su figura, sus éxitos, su trabajo, su sacrificio, la meritocracia que impone son como un agujero negro que todo lo atrae.


Y ese carisma no es gratuito. Por ejemplo, muchas veces, su propio bolsillo corre con la cuenta. Aparte de que no olvida quién es él y su comunidad. Un ejemplo: la crisis del agua en Jackson, donde durante semanas nadie tenía acceso a agua potable y Deion hizo todo lo que estuvo en su mano ayudando a su equipo, su universidad y la ciudad.


Se rodea de gente como él, va buscando su propio perfil de jugador una y otra vez, grandes atletas, seguros de sí mismo, sobresalientes, esforzados, que lleguen al límite. Y con esa materia prima crear algo importante, con un staff técnico experimentado, pragmático, que aproveche todo lo bueno que hay. Siempre rodeado de figuras carismáticas que ayuden a encontrar mercado, NIL, dinero, potenciar la marca, y con ello, a sus jugadores.


Es la receta perfecta en estos tiempos: aunar la filosofía de Saban, al que admira, conoce, (compartieron hasta campaña publicitaria) y con el que también tuvo sus discrepancias, con su propia filosofía deportiva. Batman y Joker en una Gothan cambiante, voluble, que no se sabe aún a dónde se dirige. Está en el sitio adecuado, llegó a sonar el banquillo de los Cowboys, pero qué quieren que les diga, un mundo tan reglado, encorsetado como ése, por el momento no es su ecosistema, esa holgura, esos márgenes del college, es su sabana, su pradera, su Gotham.


Y para acabar, no olviden la importancia del college, del mundo universitario en USA, el verdadero trampolín para una inmensa cantidad de jóvenes, que seguirán llegando en riadas buscando un futuro mejor, una vida mejor, una oportunidad. Trabajo por delante tienen las instituciones, los programas, los políticos, las cortes para arreglar y estabilizar este microcosmos social y no dañarlo, malograrlo. En el justo medio está la virtud, diría Aristóteles.

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Made in America

Día de junio, justo antes de que comience el verano, son las 5 a.m., el despertador acaba de sonar, el cuerpo de Tyler se despereza a regañadientes, los músculos no obedecen, su propia cabeza le está saboteando, una guerra civil de proporciones épicas, sangrienta como ninguna, con bajas en ambos bandos tiene lugar en las neuronas de cada rincón de su cerebro.


Cuando el fuego se eleva por encima de las telarañas de sus ojos, un par de lágrimas descienden por su cara, un día más, siempre milagrosamente, no sabe bien el motivo, el bando del esfuerzo ha vuelto a derrotar a las huestes de la cama.


No queda más remedio que volver a intentarlo, otro día más, una madrugada más, pero con cada día con más bajas: moratones, cardenales, torceduras, agujetas se cobran su peaje, ya saben, cada nueva jornada. La oscuridad rodea la estancia, penetra en ella, se come el aire que respira, es ardiente, agobiante. Las sábanas chorrean, su mente está confundida, ni en lo más profundo de la noche el fervor tropical abandona su trabajo implacable, incansable, mecánico en la sala de máquinas, impidiéndole el mínimo respiro, el necesario alivio, el innegociable descanso que, a pesar de ello, no llega nunca.


No ve apenas nada, la casa duerme, o al menos lo intenta en estas abrasadoras noches. Pero eso seguro, ellos no tienen que enfrentarse al muro diario de penas que Tyler ha escogido, y que, en parte, ellos han apoyado con cariño y amor. Un día más se ha equivocado, sus padres poniendo su grano de arena, han vuelto a boicotear su ánimo inquisidor.


Su padre, sonrisa de oreja a oreja, entrañable y torpemente encantador, le tiene preparado su equipo, su madre detrás, con su taza de café, con ese olor nutritivo, reparador que se pega en la memoria, que une generaciones, indicando que hay que tirar para adelante, le mira por un instante imperceptible con una fugaz pero inconfundible tristeza cargada de orgullo. No tienen mucho más, pero están allí, sus columnas, sus soldados del alma, su guarda pretoriana, que, por supuesto, le defenderían hasta en la derrota. La diaria lucha por conseguir su espacio en el mundo comienza de nuevo. Su hueco, sólo pide eso, un hueco, una oportunidad, por ellos también, pero por él, sobre todo. Ese hueco sería al menos el botón para llamar al ascensor, ese primer escalón de una escalera que no sabe cuántos de ellos tiene, y que tampoco le tiene que llevar a la gloria, sino, como decía, darle la oportunidad de medrar.


Los dientes apretados, la mirada fija, coge aire, resopla, venga Tyler, el primer paso, los demás vendrán solos. Su vieja y heredada camioneta de sus abuelos, como sus padres, le espera, siempre le ha hecho gracia, su morro parece sonreírle con sus faros, animándole con calurosa simpleza. El sol no ha salido, pero se le intuye, la etérea, pálida y dorada claridad empieza a invadir y mezclarse con la hasta hace nada, densa y pastosa negrura. Parecía imposible, como su lucha interna, pero saben, esta batalla siempre acaba también igual todos los días, denla por ganada.


Vestido ya de guerrero, con casco y coraza para el combate, mientras los tacos repican a la salida del vestuario con una cadencia, que unida a la de sus compañeros, hacen legiones rítmicamente avanzando, ve el marco de esperanza abrirse, pero primero el olfato ya le había advertido, ese césped recién cortado, ese olor limpio que, como el café, es medicina para las heridas, le espera. Es como el agua que bebemos y el aire que respiramos.  Agua que rítmicamente, como las pulsaciones, sale de los aspersores uniéndose al coro de las botas impacientes, multiplicando el efecto sanador. En ese momento, el sol ya ha ganado la batalla, Tyler espera hacer lo propio, pero si no es hoy será mañana. La tarde será el juez, la derrota diaria enfrentada a los gritos, la algarabía del verano, de las piscinas, de los helados, de los juegos inconscientes, del placer de vivir…pero una tarde vencerá, lo ha jurado, se cumplirá.


En fin, el día a día en la vida de un joven, que lo une, lo ata a una tradición, que va más allá de un emparrillado, de 60 minutos de lucha, de vítores, de cánticos, de lamentos rumiados entre lágrimas, del éxtasis de la victoria, dentro o fuera del campo, de la montaña rusa que es un curso o una temporada llena de momentos agridulces, fotos mentales que lo acompañaran siempre; lo une y lo ata a una forma de pensar, vivir y madurar, de encontrar su sitio en el mundo, fijando de manera indeleble estas alegrías y decepciones, estas pasiones, a un momento y a un lugar, a su alma mater, para y por siempre, creando unos vínculos sólidos, inquebrantables como el roble, que moldearán la manera que ve el mundo con un lenguaje común que entendieron generaciones antes que él, y entenderán las que vendrán detrás…formando la fibra, las venas y las arterias de América.

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