The Wrong Man
- tbradgarner
- 2 nov
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Actualizado: 7 nov

Una caja de bombones
Hay un dicho muy gráfico, conocido por todos, un auténtico cliché, que afirma que una imagen vale más que mil palabras. Vaya cosa novedosa y salerosa con la que salto, ¿verdad? Pero denme un segundo, les voy a hacer un truco de magia: pocas palabras pueden valer lo mismo, o más, que esa imagen tan valiosa. Ya verán, va a ser rápido, probemos algo sencillo: si ahora mismo les dijera que la vida es como una caja de bombones…ustedes, ufanos, lo sé, con una medio sonrisa naciente llena de ternura contestarían: nunca sabes lo que te va a tocar.
El poder de esas pocas palabras es el desencadenante de esa poderosa imagen, en este caso en movimiento, que nos sincroniza a todos a la vez. Nos teletransporta mágicamente a un punto en el tiempo y en el espacio en el que estamos sentados cómodamente en una ajada butaca del viejo cine del barrio. Pero mentalmente sobrevolamos, junto a una leve pluma blanca, el cielo de la aristocrática, distinguida, señorial y cálida ciudad de Savannah. Ésta, si no se han olvidado, aterriza suavemente a la vera de los pies de un eterno Tom Hanks, sentado en un icónico banco esperando por el bus 9 que le llevará a ver a su Jenny. A Forrest, la vida, como a aquella pluma mecida por el aliento antiguo y caprichoso de Eolo, le había llevado de aquí para allá desde su natal (y ficticio) Greenbow, Alabama hasta la primera ciudad y capital colonial del viejo estado de Georgia.
Como les decía, la vida puede dar muchas vueltas y, quien más y quien menos, puede sentirse en un momento dado que viaja sin control y sin rumbo. A veces es normal tener la sensación de encontrarnos sencillamente en el sitio y en el momento equivocados, ser la persona errónea. No por fingir lo que uno no se es, no, sencillamente porque no creemos estar en el sitio en el que deberíamos. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, le decía el borracho a Pedro Navaja, esa adaptación de Mack the Knife latina, que ya estaba en na tirado en la esquina, sabiendo que quien a hierro mata a hierro termina.
Pues bien, uno de los principales motivos por los que nos gusta el football es que, pase lo que pase, truene, llueva o haga sol, desde el siguiente jueves al Labor Day americano, hasta el segundo domingo de febrero (por ahora), muy cerquita de San Valentín, podemos experimentar esa sensación potente, magnética, hipnótica de absoluta imprevisibilidad, de aparente azar puro. Delante de nuestros ojos, desde nuestro sofá, en ese entorno controlado y seguro, seremos testigos de los efectos de los implacables, irresistibles e incesantes hados divinos, como si fuéramos los escuderos de los señores celestiales.
Y como cada año, el 2025 no podía ser menos: ¿quién en sus cabales iba a pensar hace menos de dos meses que el equipo más divertido de toda la liga iban a ser los Indianapolis Colts? Recuerden, viajen a la primera semana de septiembre: ¿sabían incluso quién era el QB titular de la franquicia, se acordaban de Daniel Jones? La NFL es muy dura, es la jungla, pero siempre está buscando segundas oportunidades, son historias que se venden solas, y esto, señoras y señores, también va del parné.
Todos conocemos su pasado en los Giants, claro. Su salida, vencido, derrotado de New York, cediendo el puesto a nada más y nada menos que Tommy DeVito, protagonista ahora del famoso comercial de seguros de los backup QBs. Y no, no es familia de nuestro querido Danny Devito, aunque también haga muchos anuncios. Me imagino que, de la mente de muchos, Daniel, Jones quiero decir, simplemente desapareció.
Después de su paso fantasmal por Minnesota, de efectos curativos, recaló en Indy, donde tuvo que pelear por el puesto con Anthony Richardson en el training camp, ganándolo finalmente a pesar de las críticas y la incomprensión de buena parte del entorno de la franquicia ¿Cómo fue ese viaje desde la cosmopolita y sofisticada capital del mundo en la Gran Manzana hasta las praderas llanas, abiertas y fértiles del Midwest? Esta pregunta fue la llama que encendió la mecha, el catalizador, el detonante de otra imagen en mi cabeza. Vengan, acompáñenme, póngase las zapatillas porque salimos a correr.

Run Forrest, run
Daniel Jones encarna uno de los perfiles más comunes de los QBs que salen del college. Llegó con una buena carta de presentación, no espectacular, y con bastantes matices. Sus números no eran estratosféricos, tenían puntos fuertes y débiles. Poseía las medidas adecuadas, una aseada mecánica en plataforma, buen rating de pase sin ser élite, anticipación, timing, condición física sólida unida a buenas piernas que le permitían salir del pocket, pero sin ser dual threat. Una base sobre la que poder construir vaya, preparado por David Cuttcliffe en Duke (con una ofensiva simplificada), que había desarrollado en Tennesse a Peyton Manning y en Ole Miss a su hermano Eli.
Pero había debilidades y bajada de prestaciones que se hacían muy evidentes bajo presión (su ol en college era débil). Por ejemplo la lentitud en sus progresiones, la querencia en la primera de ellas, la tendencia a arriesgar en ventanas muy ajustadas y una fuerza de brazo más allá de las 20 yardas bastante justa. En general, su mecánica y toma de deciones bajo estrés podría ser un problema. El % de completados, las yardas por intento y el número de intercepciones, por ejemplo, consecuencia de lo anterior, enfriaban el potencial interés. Se da la curiosidad que dos coaches que se fijaron en aquellos días en él fueron Kevin O’Connell y Shane Steichen; las cosas no suceden porque sí.
En definitiva, como muchos otros prospectos necesitaba continuar su desarrollo en un entorno estable. Tenía techo, pero también carencias; no estaba claro si podía quedarse en un game manager aseado o aspirar a llegar a convertirse en algo más. Para su desgracia salió demasiado pronto en el draft; ese año no era especialmente productivo en QBs y, tras el 1 de Kyler Murray, salió sexto con dirección a la ciudad que nunca duerme. La presión de NYC, la situación concreta de la franquicia tras el retiro de Eli Manning, una OL defectuosa, cambios anuales de HC y OC no ayudaron nada, no parecía que fuera a llegar a ninguna parte.
En fin, la tragedia de muchos rookies que, como dice O’Connell, son las organizaciones quienes les fallan más que a la inversa. Aparte de la importancia excesiva, según mi opinión, que se da últimamente a la condición atlética, o recursos llamémoslos complementarios, accesorios respecto a los propios fundamentos del quarterbacking: comprensión del juego, rapidez mental, lecturas, toma de decisiones, etc. Ese intangible, esa especie de intuición que hace actuar a determinados QBs en el pocket (su principal lugar de trabajo) como auténticos generales, o autómatas si se ve desde otro punto de vista, independientemente de la presión, el tiempo de reacción o las circunstancias particulares del partido. A ver si por buscar lo espectacular olvidamos lo esencial.
Volviendo a Jones, cuando encontró cierta estabilidad con la llegada de Brian Daboll, su juego mejoró. El equipo se clasificó para playoffs y se vio recompensado por un excesivo aumento salarial. Sus 160 millones en 4 años, más de la mitad garantizado, fueron una losa enorme cuando al año siguiente volvieron los problemas de la OL, las lesiones aparecieron y el rendimiento cayó en picado. Finamente fue cortado en mitad de la temporada pasada, comiéndose los Giants unos 70M de dead money.
La imagen y la reputación de Daniel estaban por los suelos. Después del corte y hasta el final de temporada estuvo en Minnesota, aprendiendo y curándose las heridas a la vera de O'Connell (no es mal arbol al que arrimarse si se es QB), desechando previamente ofertas para jugar de inmediato, sin mayor propósito que dejar sus problemas atrás, como Forrest Gump en sus años de perpetua carrera. No escapando per se, no es eso, si no cogiendo perspectiva, asimilando, metabolizando y, finalmente, aceptando lo ocurrido para poder seguir adelante. Un barbudo Gump, llegado el momento, aceptada su situación tras el abandono de Jenny, comenta a sus asombrados seguidores de manera cándida, sencilla y sincera que había pasado página al fin: estoy muy cansado…creo que me iré a casa ahora. Síganme en este viaje, después de la carrera toca coger el tren.

Con la Muerte en los Talones
Estas semanas pasadas, por diferentes motivos, no he tenido tiempo para escribir. El poco que tenía lo dedicaba en elegir quirúrgicamente el partido que más me interesaba. Como nos ocurrió a todos, los Colts empezaron a rondar mi cabeza semana sí, semana también. Su historia sorprendente estaba en boca de todos. Intentábamos dilucidar si eran pretender o contender. Aparte, como siempre, está las historias personales interesantes, las que salpimientan el plato. Por ejemplo, si Steichen puede brillar como HC, si Jonathan Taylor aguantará el ritmo de MVP, si a Daniel Jones, como si de Tom Hanks se tratara en Big, se le acabará el tiempo del deseo dado por Zoltar, volviendo a su realidad.
A Daniel muchos no le ven como un QB en la NFL; las medidas y el atletismo dicen que sí, pero su cara, su expresión y su comportamiento dicen otra cosa. Es un anti-QB por decirlo así; extrañamente normal, el novio que te gusta para tu hija, el buen vecino que ayuda a la viejecita del quinto. Parece cortés, de masiado humilde, sensato, tímido, inocente si me apuras, comedido, pero también metódico, esforzado, diligente y estudioso. Le veo trabajando en una universidad, una biblioteca, un laboratorio, o una oficina del montón, pero no en un emparrillado. No le ubicamos, parece el hombre equivocado.
Aquí llega la parte anecdótica que puede que tenga que ver con el subconsciente. Sea de manera consciente o no, a la par que seguía las andanzas de los chicos de Steichen, el ascenso de Taylor y el hechizo de Jones, al acabar sus increíbles partidos, siendo testigo de cómo un equipo inesperado se alzaba pulgada a pulgada, vaya usted a saber por qué, comencé un recorrido por la filmografía del agente secreto más famoso de todos, un héroe de mi infancia, el agente al servicio de Su Majestad con licencia para matar (agente doble cero) Bond, James Bond.
A pesar de que Sean Connery siempre está en mi corazón, en este caso, me dio por las películas de Daniel Craig. Imagino porque en su momento nadie le veía encarnando el seductor y sofisticado personaje de Ian Flemming. Todos pensaban que no estaba hecho para ese papel. Un tipo que parece un matón de barrio, como de malo de peli de Van Damme, no un espía elegante, frío y refinado. Una metáfora de estos Colts y Daniel Jones, vaya. En fin, a pesar de que los resultados son desiguales, Casino Royale y Skyfall pueden considerarse de los mejores largos del agente secreto, oscuras, realísticas, humanas. Y Daniel Craig no sería descabellado decir que fue el segundo mejor de la lista de agentes, humanizó al personaje y lo trajo al s XXI.
Al acabar las películas de Craig y ya habiendo convertido en ritual una victoria de los Colts seguida de una de película de espía detrás, como no paraban de ganar, tenía que hacer algo diferente, un impulso rondó de golpe mi mente. No seguiría con las andanzas de otro Bond, cosa lógica, pero seguiría con una de espías, de repente el cuerpo me pedía algo del maestro de la intriga inglés, el genial Alfred Hitchcock. Por algún motivo necesitaba imperiosamente revisionar Con la Muerte en los Talones.
Teniendo de fondo la hipnótica banda sonara de Bernard Herrmann, que no quiere más que confundirnos, la historia comienza en NY con un enredo aparentemente inocente. Un ejecutivo de publicidad con mucho éxito de Madison Avenue, Roger Thornhill, un Mad Men, un tipo con una vida desordenada, una labia y mente rápidas y afiladas, con exmujeres, clientes, whisky a go go, ocio, vida desahogada en la capital del mundo y una relación muy surrealista con su madre, es, sin quererlo ni beberlo, confundido por azar del destino con el espía internacional George Kaplan, que realmente no existe.
Todo sucede de una manera tan irreal que uno no se da cuenta que el bueno de Alfred juega con nosotros al gato y al ratón. Nosotros picamos, por supuesto, y todas las trampas, sucesos imposibles, fantásticos, etc, los aceptamos de buen grado siguiendo en su camino a Thornhill. Una partida jugada en el casino del realismo mágico.

Después de Vertigo, Alfred quería dedicarse a algo más ligero, sin aparentes intenciones sesudas, pero claro, tratándose del inglés, siempre encontramos capas y capas. El tema del alcance de la realidad, la identidad, la alienación, o incluso la geopolítica, las mentiras, lo que ahora llamamos fake news, se entrelazan mientras Thornhill empieza a hacer el trabajo de espía como si esa fuera su verdadera vocación. Cary Grant destila elegancia, flema (no deja de ser británico), aplomo y recursos. Vamos, que le dan una Walter PPK y tienen a 007 de nuevo. En fin, si hay un actor que sepa llevar un tuxedo no es otro que Grant. Esta película, 3 años antes que el Dr No, influyó enormemente en la saga Bond, y Cary Grant fue incluso propuesto para el papel. Digamos que su carisma es el que influye en el carácter final del Bond de Connery. Un vodka Martini agitado, no mezclado, por favor.
En fin, que, aunque lleve un traje gris en la peli, no deja de simbolizar el hombre normal. Cary se mete de lleno es un embrollo internacional como un espía experimentado, lleno de recursos. Su profesión ayuda, un espía ante todo necesita de ideas ingeniosas y mucha elocuencia. Acaba en un tren perseguido por tirios y troyanos, donde, con sospechosa casualidad, se encuentra con una femme fatale, seduciéndose con tremenda sofisticación ambos, Grant y Eva Marie Saint. Esta escena es el molde de muchos otros primeros encuentros sarcásticos y románticos, una partida de poker donde las palabras son como puñales, como ases sacados de la manga y donde los cocktails, más que embotar, afilan. La escena donde se conocen Vesper y Bond en Casino Royale por ejemplo, es un calco hermoso.
Ahora llegamos a la escena mítica. Engañado por la agente doble de la que ya se ha enamorado, acaba en una parada de bus en un cruce de caminos inhóspito y abandonado, una llanura llena de campos de maíz. Todos recordamos esa avioneta que de repente persigue al pseudo espía, una estela en el aire inofensiva que, poco a poco, se va convirtiendo inopinadamente en una amenaza cada vez más evidente, real, más grande y peligrosa que nos persigue inexorablemente. Mira que no habrá mejores maneras de tender una trampa.
¿Pero acaso a alguien le importa? Puestos a que me mientan y tomen el pelo, yo siempre dejaré que sea así, a la manera Hitchcock. La aparatosa emboscada es Historia del cine y todos la tenemos irremediablemente en la cabeza. Esta escena de Cary Grant con la avioneta en los talones es idéntica a Indiana Jones saliendo del templo como alma que persigue el diablo tras coger el ídolo, perseguido por esa roca rodante enorme que no parará de acercarse, inexorable, inmisericorde.
Incluso de esta situación tan extrema, nuestro falso Kaplan sale ileso del asunto, como Indy en Perú, convirtiéndose ya de facto en un super agente internacional. Del cruce de caminos, de la prueba de valía, sale convertido. Ya saben de mi obsesión con el viaje del héroe. A partir de ahora van a tener que vérselas con un super agente internacional preparado.
¿Saben lo más sorprendente? ¿El campo de maíz saben dónde estaba? Sí, exactamente, han acertado, parece increíble, pero es cierto. Qué pequeño es el mundo, ¿verdad? La parada de autobús en el cruce de caminos, los campos de maíz que sulfataba la avioneta, estaban ni más ni menos que en Indiana, ¡toma ya! Thornhill salió atribulado de NY, en los zapatos de un agente que ni siquiera existía, un trabajo para el que no estaba preparado, acabando en los campos de Indiana como espía experimentado.
Conclusión subconsciente: Daniel Jones no pudo acabar en mejor sitio que Indianapolis, no sólo por el nuevo apodo, Indiana Jones, o tal vez sí, siempre hay capas y capas de significado detrás de las cosas. La cabeza me estalló en este momento, tenía artículo.

Monte Rushmore
Estos Colts aún tienen un largo camino por delante. Su ofensiva es descomunal, sus números asombran por todos los lados. Estadísticamente hablando nos están contando la historia de un equipo que sigue la estela de otros que han sido históricos dentro de la franquicia. Se oyen nombres como Unitas, Manning. Paciencia, tiempo al tiempo. Es pronto aún y tienen que enfrentarse a enemigos más siniestros, pero que son algo tangible, real, creo que ya no hay duda alguna.
Steichen ha montado un ataque que recuerda en sus fundamentos a aquel de Philly. La base, una OL estelar, Quenton Nelson es posiblemente el mejor guard de la NFL. Esa línea incluso se sobrepuso a marchas importantes esta offseason. Los sustitutos Bortolini y Golcalves han rendido a las mil maravillas. Rozan todos la excelencia, tanto en bloqueo de carrera, subiendo de nivel con una velocidad y potencia sorprendentes, como en protección de pase. Permiten a Daniel vivir mucho más tranquilo, facilitar su trabajo.
El equipo cuenta con un poker de receptores, 3 WRs y 1 TE, que son una navaja suiza. Por separado no estarían mal, pero juntos, sirven absolutamente para todo, complementándose a la perfección y abarcando todo el campo.
Con la veteranía, el olfato y el físico de Michael Pittman Jr. para saber qué punto intermedio del campo es el más débil. La velocidad y potencia de la amenaza en profundo de Alec Pierce. El escurridizo, ágil e indetectable Josh Downs desde el slot, aprovechando cualquier resquicio que deje la defensa. Y, finalmente, el proyecto de estrella del TE rookie Tyler Warren que, en sí, ya es una navaja suiza. Sirve para todo y lo hace todo bien. Lo puedes alinear más abierto, más cerrado, en el backfield, en motion, apoyando el juego de carrera o como protagonista estelar como receptor, imparable, con yards after catch que se le van cayendo del bolsillo. Lo hace todo bien.
Y claro, como no acabar el ataque con Jonathan Taylor. Es el elefante en la habitación. El corredor está en unas cifras históricas en yardas y TDs, se ha vuelto a encontrar consigo mismo y, además, ha subido algún que otro escalón. Paciente cuando tiene que serlo, buscando el gap adecuado, y luego explosivo como no hay otro este año. Su cambio de velocidad es terrible, un mazazo. Siempre coge el ángulo adecuado que más lejos le va a llevar.
No es espectacular al estilo Barkley, lleno de trucos de magia, pero hoy por hoy, no hay nadie más potente y eficiente. Hoy en día, es el MVP indiscutible. Empieza a ser hora de que un RB, en esta nueva NFL, que tanto depende del juego de carrera, gane el trofeo. No debería de ser un premio exclusivamente al mejor QB. En fin, que me disperso, Taylor es el John Wayne que mata a Liberty Valance en la oscuridad para que James Stewart se pueda llevar el mérito y traer el progreso a la frontera salvaje. Se merece un artículo exclusivamente suyo, pero perdónenme haberlo incluido en éste tan tapado, mea culpa.

Como les digo, el ataque se fundamenta en una OL y en un juego de carrera poderosos que permite después con múltiples armas atacar por aire. El play action está a la orden del día y hay misdirections de todo tipo, ya saben, sacude el arbol para recoger los frutos. Eso facilita tremendamente las cosas a Daniel Jones, que se está manejando de una manera segura, eficaz y, llegado el caso, con la confianza en sí mismo en máximos, logra conectar auténticos dimes bajo presión incluso. La victoria del hombre corriente.
La duda podría recaer, quizás, en defensa. Y me explico, la ofensiva es tan brutal que, claro, la defensa tiene trabajo por hacer para estar a su nivel. Por el momento ha aguantado el ritmo…a su manera. No es ni será dominante, por supuesto, pero sí oportunista. Las bajas en secundaria además pesan. En definitiva, su DC, Lou Anarumo, busca el momento preciso para golpear con fuerza, al estilo Ali, vuela como una mariposa, pica como una abeja.
Entregan yardas sí, está en el plan. Cada snap estudia y prueba al ataque contrario, esperando su momento. Conocen sus propias debilidades, sus flaquezas. Obvio es que es más segura contra la carrera que contra el pase, su talón de Aquiles.
Mezcla coberturas más seguras, con otras más agresivas, van variando desde el cover 3, ya usado en años anteriores, sin olvidar cover 2 y cover 4, al cover 1, man con mucha press en terceros downs, generalmente con un safety de rat patrullando las zonas intermedias. El engaño es su mejor baza, llegar a confundir en un momento dado al QB. Es una defensa ecléctica por necesidad. Busca simultanear el pass rush adecuado, con distracciones, señuelos y stunts, donde destaca el veterano DeForest Buckner, con la cobertura ideal detrás.
Por el momento lo está consiguiendo. Por un lado, sus estadísticas de yardas permitidas pueden incluso considerarse mediocres, pero consiguen sacks (ha aumentado el % de blitz de otros años, pero sin perder la cabeza) y aquí está clave, es una máquina de generar turnovers. Con un ataque tan seguro, que apenas se ve obligado a ejecutar punts, cifras históricas, con un porcentaje de drives anotadores de locos, el margen le sale tan favorable que es lo que explica esos marcadores tan explosivos. Cabe preguntarse si eso les suficiente gasolina para algo más que para ganar la división. Quizás deberían aprovechar la inercia, el viento de cola, y pensar en algo más en secundaria antes del trade deadline.
La película, como recordarán, acaba en el Monte Rushmore con Cary y Eva colgados de alguna que otra nariz famosa, pero con el éxito bajo el brazo. El monte es en sí un Hall of Fame hecho en piedra. Simboliza, por supuesto, el éxito, el saber hacer, el objetivo final conseguido. ¿Los Colts están preparados para misiones de tan altos vuelos? Este mes tienen duras pruebas por delante que ayudarán a calibrar su fortaleza. Apunten el partido en Arrowhead el 23 de noviembre.
Tengo que reconocer que no tengo ni idea de cuál es su verdadero potencial, sólo sé que es el equipo más divertido de la liga, el que más ilusión me transmite y el que por ahora desarrolla mejores historias individuales y colectivas. Deseo de corazón que todo les vaya lo mejor posible. Como les decía, las narraciones de segundas oportunidades y de redención son las que más nos gustan.
No olviden a ese Cary Grant perseguido por la avioneta fumigadora, a ese Indiana Jones intentando escapar del templo mientras se está derrumbando, perseguido por la inevitable fuerza del destino. ¿Saben una cosa? Los dos, Grant y Ford, Thornhill y Jones, salen victoriosos. ¿Jones, qué Jones? Todo se confunde en las historias de Hitchcock, nunca puedes saber si te habla de esto o realemnte de lo otro, ¿se está riendo de nosotros, o nos está queriendo advertir sobre algo? ¿Es un juego, es real? Háganme caso, confíen siempre en Indiana Jones, no les fallará. Yo así hago desde mi tierna infancia.








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