Carros de Fuego
- tbradgarner
- 16 may 2024
- 14 Min. de lectura
Actualizado: 17 may 2024
El haz
El deporte, los juegos deportivos, y con ellos, el atleta, el deportista, han estado presentes desde el principio de los tiempos. ¿Qué puede haber más humano que ese afán de llegar más lejos que nadie, de ser el primero, de romper las barreras más inquebrantables, de luchar contra tus propios miedos y limitaciones, y batirlos, para luego enfrentarte al resto de los mortales y, finalmente, ser el mejor? Citius, Altius, Fortius… Al comienzo dichos juegos eran eventos religiosos, asociados a dioses, reyes, ceremonias fúnebres y, por supuesto, también a la guerra. Podemos encontrar diferentes escenas en tumbas tanto en el Antiguo Egipto como en Mesopotamia, pero va a ser en Grecia donde encuentren el trampolín para traspasar el tiempo y el espacio. De los frescos de Creta, a las palabras de Homero en la Ilíada, honrando a los héroes caídos en combate llegamos a los Juegos Panhelénicos: Pítios, Nemeos, Ístmicos y, los más importantes y archiconocidos, los Juegos Olímpicos.
Desde el 776 a.C y cada 4 años, en honor a Zeus, en su santuario de Olimpia, los mejores atletas de toda la Hélade, donde se respetaba la ekecheiria, la tregua sagrada, la paz olímpica, se elevaban hasta el cielo para demostrar que ellos eran como los antiguos héroes, poseedores de esa llama divina que, muy de vez en cuando, muy raramente, alzaba los corazones de los hombres en pos de la gloria. El premio, el trofeo soñado, esa humilde corona de olivo que recibían los ganadores, simbolizaba todo lo bueno que puede llegar a alcanzar el Ser Humano. Lo supo expresar sin palabras Vangelis (Evangelos Odysseas Papathanassiou, ¿cómo no iba a ser un griego quién lo hiciera?), de una manera tal, que es absurdo ahondar más en el tema. La secuencia inicial de Carros de Fuego vale en sí la película entera. No hay niño que, sin saber muy bien lo que está haciendo, no haya oído resonar la música en su cabeza, mientras imita a los grandes campeones, cual cometa al viento, igual que aquellos atletas en las arenas de la playa escocesa de Saint Andrews, famosa por su universidad y por ser la cuna del golf.
De ese espíritu se alimentó el Barón Pierre de Coubertin. Creía firmemente que la educación no podía dejar de lado los valores que la actividad deportiva confiere a la persona (mens sana in corpore sano del poeta romano Juvenal, con reminiscencias a una cita anterior de Tales de Mileto, puede resumirlo), tanto desde el punto de vista individual como colectivo. Y no podía haber un marco más grandioso para ilustrar esto que los antiguos juegos. Hay que identificar al barón en su clase social, en su época y su país: estamos a finales del siglo XIX, donde Francia ha perdido la guerra con Prusia y el Imperio Británico parecía eterno e infinito.
Por cierto, un viaje a tierras inglesas donde observó y estudió su sistema educativo, fue fundamental. No hace falta recordar que rugby y soccer, por ejemplo, se desarrollaron como hoy los conocemos en las décadas anteriores en esas escuelas y universidades inglesas. Buscaba la forja de un determino individuo en una determinada sociedad, preparar a las futuras generaciones para tiempos difíciles, tiempos de guerra. Los ideales olímpicos parecen diseñados, consciente o subconscientemente, como en época homérica, para la aristocracia, para las clases altas (aunque sirvió a la larga para democratizar el deporte). Esa lucha de cotas tan altas, ese sacrificio…tienen que ir acompañados, en cierto modo, de un particular desinterés, de un noble desprendimiento…todo sustentado, por supuesto, en el amateurismo.
Si nos acercamos al otro lado del charco, vemos que, en las universidades americanas, lógicamente, sucedía algo muy parecido a sus homólogas británicas. Y en aquellas últimas décadas del XIX y primeras de XX nació el football (entre otros), evolucionando del rugby y soccer. Lógicamente, como decía, esta práctica deportiva era un complemento al saber académico. Ayudaba a fraguar y a templar el carácter y el ánimo de los estudiantes.
El envés
La realidad nunca es blanca o negra, eso lo sabemos bien. Los héroes en las olimpiadas antiguas volvían a sus ciudades con sólo la corona de olivo, pero recibían todo tipo de premios y recompensas al llegar, por supuesto, en metálico también. Los grandes atletas hacían carrera. No hace falta ser muy sagaz para saber lo que le ocurría a la imagen de la polis al tener un campeón olímpico en sus filas, no había mejor propaganda. No se podía enviar al vecino del quinto a la competición, hay que seleccionar y preparar a los mejores, hace falta un método, vamos, digo yo que puede que haya que pagarle a un entrenador, ¿no? Todo eso, señores, cuesta dinero, mucho.
Los romanos siempre fueron más prácticos que los griegos. El montar un espectáculo como aquel necesitaba de una cantidad de dinero enorme y punto. Formar a un gladiador era muy caro, era un bien muy valioso, por eso no solían morir en la arena frecuentemente. Añadan gastos médicos (los mejores), alimentación, etc. El lanista tenía que disponer de mucha pasta. Todos ellos, esclavos y libertos (auctoratus) cobraban. También los romanos podrían ser un poco más hipócritas que los griegos, estaba fatal visto que un hombre libre bajara a la arena: se esfumaba tu dignitas, te convertía de la noche a la mañana en un infamis. Debías tener una razón muy muy grande (deudas) para tomar tal decisión. Pero en Roma había mucho manirroto. Finalmente, si antes teníamos los carros de fuego elevando a los atletas al Olimpo, en la Antigua Roma, los carros se movían a ras de suelo. Se supone que el atleta mejor pagado de la Historia, sí, he dicho bien, de la Historia…fue un aúriga: Cayo Apuleyo Diocles, hispano para más señas, más concretamente, lusitano. Su fiabilidad, y más en una competición tan peligrosa, ha llegado a nuestros días: ganó un 35% de sus 1462 carreras, mismo porcentaje de podios. Vayan a Mérida, encontrarán calle y polideportivo con su nombre. Casi 2000 años y sigue siendo recordado: la gloria señores, la gloria, ¡suban este tema de Vangelis, por Dios! Los carros se vuelven a elevar! Acumuló en su carrera casi 36M de sestercios, unos 15K millones de dólares al cambio. Mareante.
Wild, Wild West
Volvamos a los años de Coubertin. A la par que se desarrollaba el olimpismo, del mismo modo ocurría con el deporte profesional, es decir, se fueron creando ligas profesionales por doquier, las de baseball, las primeras de todas. En cuanto al football, durante un tiempo, hasta bien entrado el sXX, sólo existió en el college, en su formato, digamos, amateur y, en cierta manera elitista. Eso sí, la gente de dejaba el alma, se partía la cara en aquel deporte rudimentario, incluso moría. Pues bien, a pesar del espíritu caballeresco ¿saben que pasa siempre? el dinero empezó a entrar, por ejemplo, con las entradas. La repercusión, la imagen de la escuela, etc, como en las polis, estaba en juego, y si tu equipo ganaba, mejoraba exponencialmente. Y dinero llama a dinero. Y con ello, las triquiñuelas. Dentro de aquellos equipos jugaba gente que no era estudiante de la escuela, ni siquiera vivían en el mismo estado, ni siquiera eran estudiantes…pero cobraban por jugar. A aquellos jugadores se les llamaba ringers o tramp athetes, atletas vagabundos. De escuela en escuela, jugando por unos dólares. En fin, el ser humano en su pura esencia. El cielo y la tierra. No había reglas, ¿entre caballeros que reglas pueden valer? Pues eso, hubo que crearlas. Si no, estamos en el Salvaje Oeste.
La NCAA, la organización que se creó para regular todo el deporte universitario en el país, creó la figura de estudiante-atleta, figura clave que podrá diferenciarlos de un estudiante o de un trabajador normal de la universidad, como el encargado de la biblioteca. El amateurismo estaba en el centro de todo. Aquí se viene a estudiar, se forma a la persona, al ciudadano, al futuro profesional de la rama que sea y, como complemento, por amor al deporte, se juega, aprovechando todas las virtudes mentales, físicas, morales y sociales que proporciona. Y se juega de una forma segura y limpia, por supuesto.
Para salvaguardar el amateurismo, teniendo como cimientos la figura del estudiante-atleta, levantaron dos grandes pilares: la prohibición de cobrar por jugar (y los ingresos asociados al hecho de hacerlo, como puede ser el aprovechamiento de la propia imagen) y en las reglas y la duración de la elegibilidad de un jugador, es decir, las condiciones que tiene que cumplir ese estudiante matriculado en una universidad para poder jugar, para poder ser estudiante-atleta: resumidamente, y sin tener en cuenta muchas excepciones, podríamos decir que se tiene 5 años para competir en 4 de ellos. La elegibilidad va asociada a la dificultad extrema para cambiar de universidad para jugar. En caso de hacerlo tendrías que permanecer en el dique seco un año entero, y viendo los pocos años que tienes para aprovechar tu carrera deportiva universitaria, era un freno prácticamente total.
Pero recuerden, finales del XIX, comienzos del XX en USA, el país aún se está construyendo, podemos imaginarnos la película “El hombre que mató a Liberty Valance”. Sí, estamos un poco más adelante en el tiempo, el tren hace décadas que ha llegado, con sus leyes y civilización al Viejo Oeste, pero USA, como Roma, no se hizo en un día. Las distintas legislaciones, tanto la federal, como la de los distintos estados, la capacidad para hacerlas cumplirlas en cada ámbito…en fin, les costó, como es lógico, bastante esfuerzo domar ese caballo. Tardaron algo más que James Stewart, con el correspondiente sacrificio del viejo John Wayne al matar a Lee Marvin, en arreglar y limpiar la casa. No se ganó Zamora en una hora.
No es hasta 1961, un año antes que la famosa película crepuscular de John Ford, con la NCAA ya bien asentada, y con poder, cuando pudo asegurar, unificar y hacer aplicar las leyes del deporte universitario en todo el país. El Viejo Oeste quedaba atrás en la vida real y en las pantallas.
El Ciclo Eterno
Los griegos no creían en un tiempo lineal, creían que la Historia viajaba desde el Caos al Cosmos, y vuelta al Caos, y así una y otra vez. Las reglas de 1961 crearon y mantuvieron el orden del deporte universitario casi 60 años. Salvo algunas excepciones el amateurismo del estudiante-atleta se mantuvo. Pero no hay nada que dure eternamente. En estos años el contexto de este tipo de deporte, y más concretamente del football, el deporte con mayores beneficios obtiene con diferencia, cambió y mucho. Todo se hizo más grande: los contratos televisivos, los enormes estadios, el merchandising… el dinero entraba en las universidades a paladas, millones y millones. Todos se beneficiaban: las propias instituciones con mejoras en el sistema educativo, en las instalaciones, las becas…los sueldos de los entrenadores, por ejemplo, algunos como Nick Saban podían cobrar tanto como los HC mejor pagados en la NFL, etc. Pero los jugadores, salvo sus becas y otro tipo de gastos asociados a su condición: cuidado médico, manutención, residencia, etc…no veían un duro. Pero con el paso de los años, los pequeños cambios, los casos en los tribunales perdidos, poco a poco al principio, y ahora a raudales, fueron agrietando la presa del amateurismo.
Transfer Portal
Lo primero atacado fueron las reglas de las traspasos de jugadores entre universidades.. El primer caso famoso fue el de Russell Wilson. Jugó sus primeros tres años para North Carolina State. Cuando le quedaba un año de elegibilidad, en 2011, fue seleccionado por los Rockies en el draft de la MLB. Wilson siempre quiso jugar a los dos deportes. Se perdió los entrenamientos de primavera con NC State, pero quería volver en otoño a jugar al football. Su HC le dijo que tururú, que incluso tenía en mente otro qb, Mike Glennon. Para acabar le comentó que se fuera olvidando de su carrera profesional, era demasiado pequeño. Russell y su agente entonces preguntaron a la NCAA por sus posibilidades ya que recordaban un traspaso de universidad (y de deporte) unos años atrás: el de Greg Paulus de Duke a Syracuse (y de baloncesto a football). No lo tenían muy claro, era completamente inusual, pero el traspaso fue posible debido a una norma de 2005 que permitía a los estudiantes de postgrado con años de elegibilidad disponibles jugar inmediatamente para su nuevo college. Fue una norma que tenía buenas intenciones, pero controvertida… luego se revocó porque muchos pensaban que era el inicio del caos, la semilla de una free agency… luego se modificó para ser parte de un proceso de waiver, de exención, de dispensa (así lo usó Paulus) y, finalmente se aceptó de nuevo ese mismo 2011, aunque a regañadientes y con varias conferencias en contra. Cuando Russell Wilson obtuvo la respuesta, se llevaron una enorme sorpresa: podía ser transferido y jugar inmediatamente si se matriculaba en un estudio de postgrado. Así hizo, se fue a Wisconsin y, lo demás, ya saben, es historia. Jalen Hurts, Joe Burrow o Justin Fields siguieron su estela utilizando esta misma norma.
Lógicamente, este caso produjo un efecto llamada, se abrió la veda. Las peticiones de traslado fueron creciendo por lo que, poco después, se instauro el transfer portal en 2018, una base de datos que regulaba y facilitaba el contacto entre atletas e instituciones. En 2021 se eliminó el año de suspensión de juego para el primer transfer, en 2022 se abrieron las ventanas de traspasos: dos al año en football, en diciembre y mayo y, a finales del año pasado, un juez federal prohibió a la NCAA aplicar el año de suspensión a los jugadores que pidieran cualquier traspaso, es decir, un jugador podría ser traspasado cuantas veces quisiera sin cumplir sanción alguna. Los que auguraban una free agency no andaban nada desencaminados.
NIL
Y ahora vamos a por el corazón del amateurismo. El 21 junio de 2021 se produjo el gran terremoto que aún sacude el deporte universitario. Previamente, varios tribunales y varias cámaras estatales, como la de California, habían permitido que los estudiantes-atletas pudieran cobrar por los derechos de imagen que generaban. Ese día, finalmente, la Corte Suprema en el caso NCAA vs Alston, afirmó que ésta y las universidades que representa se lucran con la imagen de sus deportistas, desestimó la argumentación de la excepcionalidad por amateurismo presentada por la NCAA y permitió a los atletas universitarios, en virtud del cumplimiento de leyes antimonopolio, recibir compensaciones por el uso de su nombre e imagen. Booom!!! El ruido de la bofetada se oyó en Alaska. La NCAA rápidamente creó la regla conocida como NIL (name, image and likeness), por la cual, por fin, los jugadores podrían recibir compensación económica por el uso de su nombre e imagen.
La regla NIL prohíbe su uso para el reclutamiento de los atletas, no permite el pago por juego como tal, tiene que haber una contraprestación por parte del jugador, por supuesto, y siempre tienen que ser terceras partes, ajenas absolutamente a las universidades, las que se relacionen con los deportistas. Algunos deportistas, los más destacados consiguieron patrocinadores y grandes sumas de dinero, pero para la mayoría el dinero proviene de lo que se denominan colectivos nil: organizaciones que recaudan fondos a través de grandes o pequeños donantes.
Al final, lo que ocurre es que miembros destacados de las universidades piden abiertamente a los aficionados realizar donaciones a estos NIL, e incluso, algunos miembros del personal dejaron sus puestos para integrarse en estas organizaciones. Se podría decir, que los colectivos NIL trabajan mano a mano con los programas atléticos, toda una relación simbiótica. Los servicios prestados por el jugador pueden ser simplemente la subida de un determina mensaje a las redes sociales, la asistencia a determinados eventos o la firma de autógrafos. La propia NCAA ha ido relajando las normas, y además, se ve completamente incapaz de controlar su uso. Los contratos NIL son de facto el salario ofrecido a los jugadores para que se muevan a determinado programa, porque ya saben, el transfer portal está abierto y es ilimitado. Bienvenido de nuevo, Mr Valance!! El salvaje Oeste ha vuelto. Este último portal de traspasos en poco se diferencia de una agencia libre en toda regla, pero sin salary cap y con muy poca transparencia.
Pero no todo el monte es orégano. Al final, si el pobre hombre que tiene su abono tiene que ir pagando más sumas para fichar jugadores, dejará de extender cheques, se produce rápidamente lo que se llama fatiga del donante, que muchas escuelas ya han detectado. Es decir, es un sistema que no puede sostenerse en el tiempo. Por supuesto, la NCAA que trataba a todos los deportes y deportistas prácticamente por igual hasta ahora, se ve impotente: las universidades que sean capaces de reunir más dinero a través de sus colectivos NIL podrán acceder a los mejores atletas, en poco tiempo se crearán castas de equipos, no por sus programas exitosos, sino por el acceso a efectivo. Y, como sobre todo el football y el baloncesto son deportes con ganancias, y el resto son deficitarios, habrá también distintos tipos de atletas según el deporte que practiquen…incluso leyes como el título IX, que recibe fondos federales para la igualdad, se pueden ver comprometidos.
Mientras tanto, los jugadores siguen en los tribunales tomando acciones hacia su profesionalismo. Por un lado, hay varias demandas que piden reparaciones retroactivas que ascienden a una cantidad enorme de millones de dólares que pueden hacer quebrar a varias escuelas, concretamente el caso House vs NCAA puede ser definitivo. Por otro, hay atletas buscando poder sindicarse, actuando entonces de pleno derecho como empleados (con todas las implicaciones legales que eso conllevaría, ahora no dejan de ser estudiantes). Hay abiertos casos en varios tribunales por todo el país. Si todo esto finalmente se lleva a cabo seria prácticamente imposible diferenciar la NFL del college football, sería una especia de liga menor profesional. Esa es la razón que haya incluso proyectos de una Super Liga, en la que un tercero, completamente ajeno a la NCAA la organice. Cuando los contratos televisivos firmados últimamente, que produjeron la desaparición de la PAC12, y el realineamiento del resto de conferencias, lleguen a su fin, sería un buen momento para que pudiera arrancar este proyecto, Habría un grueso de equipos potentes permanente en esta liga y luego otros pequeños que entrarían en un sistema de ascensos y descensos, los jugadores cobrarían directamente, habría NIL y un portal de traspasos.
La NCAA se ve débil, ha perdido ya muchos juicios y parece que están buscado llegar a un acuerdo en el caso House. Aparte de las cantidades millonarias del acuerdo, está ideando un proyecto que contaría también con dos pilares:
1) Los deportistas recibirían una misma cantidad monetaria de una proporción de los ingresos de las universidades (se habla de 30k dolares por estudiante), es decir, directamente obtendrían su compensación de las instituciones a través de un fondos propio, y no dependerían exclusivamente del NIL, resolviendo el problema de la fatiga del donante, evitando el caos de las ventanas del transfer portal y, finalmente definiendo un nuevo marco para el estudiante-atleta (no sería empleado). Además, mostrando la voluntad de intentar solucionar el problema que la Corte Suprema dejó al descubierto, puede acelerar a la cámara de representantes y al gobierno para recibir ayuda y soporte, antes de que finalmente una liga profesional vea la luz.
2) A su vez, la NCAA también propone la creación de una nueva subdivisión de la FBS de football bajo su paraguas, con los programas deportivos con más ingresos para darles ciertas libertades de acción que incluiría, por ejemplo, tamaño del roster, NIL, reclutamiento, transfers, etc. Las principales conferencias, las hoy Power4 (SEC, Big Ten, Big XII y ACC) sobre todo las dos primeras, las ya llamadas Power2, escuchan a todos, pero aún no dicen mucho, porque saben que son ellas las que pueden tener la sartén por el mango.
Carros de Fuego
En las próximas semanas y meses vamos a ser testigos de los cambios que se producirán, esto es una foto en movimiento, aún no se sabe hacia donde irá el deporte universitario, pero se sabe con certeza que va hacia alguna parte. Como corolario, dejo las palabras de Nick Saban, el recién retirado HC de Albama, posiblemente el GOAT del college football, que fue invitado a una mesa redonda con un puñado de senadores para hablar de la situación actual.: “Todas las cosas en las que he creído durante todos estos años, 50 años de entrenador, ya no existen en el deporte universitario, se trataba de desarrollar jugadores. se trataba de ayudar a la gente a tener más éxito en la vida. Esa es la razón por la que siempre me ha gustado más el deporte universitario que la NFL, porque tienes la oportunidad de formar a gente joven. Creo que es fundamental idear algún tipo de sistema que pueda ayudar al desarrollo de los jóvenes. La solución podría ser algún tipo de propuesta de reparto de ingresos que no convirtiera a los estudiantes-atletas en empleados. Puede ser la solución a largo plazo. Con un sistema así se podría seguir haciendo hincapié en el desarrollo personal, académico, de marca y deportivo. Y sería igual en todas las instituciones. En otras palabras, alguien no podría salir y recaudar más dinero en una escuela para generar una ventaja competitiva. Es una gran preocupación, porque el espíritu del deporte universitario y las oportunidades que ha creado para tanta gente durante tantos años es parte de nuestra fibra como país.”. Difícil decir algo más, sólo puedo volver a esa playa de Saint Andrews, con esos futuros campeones olímpicos corriendo descalzos, jóvenes, fuertes, notando el viento y el agua salada en la cara, ascendiendo en sus carros de fuegos… al son de la música de Vangelis.



















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